lunes, 19 de noviembre de 2012

UNA NOCHE FRIA...





Pezones endurecidos y ardientes. Gemidos que se suceden a intervalos cada vez más cortos.
Obediente, sólo acaricias mi sexo por encima de la tela de la tanga negra que aun llevo puesta.

- Lo estás haciendo muy bien, amor, ya pronto tendrás tu recompensa.

Sujetando mi cuello con firmeza, me giras contra la pared, me dices: Separa un poco las piernas. Tienes prohibido tocarte...

Te vas hacia la cocina no sin apreciar que he comenzado a estrechar mis senos contra la pared. Sólo unos segundos te hicieron falta y al regresar junto a mí, seguía excitándome con mis pezones contra ese frio muro en un sensual movimiento circular. Te sitúas silencioso tras de mí,  dejándome intuirme pero aumentando mi sensación de vulnerabilidad, de entrega.
Mantienes dentro de tu mano un helado cubito de hielo. Cuando comenzaste a mojarte, elevas la mano sobre mi nuca y las primeras gotas originaron un escalofrió en toda mi espalda.

Susurrante, me adviertes: Voy a deshacer este hielo sobre ti, muy lentamente...

Las heladas gotas se deslizaban por la palma de tu mano y tú las dispensabas, traviesa, por mi nuca, por los hombros, por la espalda. Cada nueva gota origina un leve jadeo y a medida que descienden, lenta y pausadamente, mi piel se eriza. Desciende tu mano y las gotas comenzaron a recorrer mis nalgas, descendiendo por entre ellas hasta empapar la tela negra.

- Creo que esto me está empezando a molestar un poco... pero solo un poco.

Tiras de la tanga, deslizándola hacia abajo. Solo unos centímetros, los mismos centímetros que tu mano recorre para que el hielo se deshiciera ahora más abajo, situando el cubito entre tus dedos, lo sitúas donde la espalda pierde su nombre y lentamente comienzas a moverlo hacia adelante. Notas cómo mis piernas tiemblas cuando siento que te arrodillas.

- Tengo algo de sed, no te muevas, voy a beber.

Y tu lengua, ávida y caliente, sustituye por un momento el frio tacto del agua helada, justo el instante necesario para caldear de nuevo mi sexo y enfriarlo de nuevo con el hielo para volverlo a retirar y pasar tus labios ardientes de nuevo por él.

El hielo /los labios/ el hielo /tu lengua/ el hielo /tu boca/ y tú empapándonos a los dos.


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