Pezones
endurecidos y ardientes. Gemidos que se suceden a intervalos cada vez más
cortos.
Obediente,
sólo acaricias mi sexo por encima de la tela de la tanga negra que aun llevo
puesta.
- Lo estás
haciendo muy bien, amor, ya pronto tendrás tu recompensa.
Sujetando
mi cuello con firmeza, me giras contra la pared, me dices: Separa un poco las
piernas. Tienes prohibido tocarte...
Te vas
hacia la cocina no sin apreciar que he comenzado a estrechar mis senos contra
la pared. Sólo unos segundos te hicieron falta y al regresar junto a mí, seguía
excitándome con mis pezones contra ese frio muro en un sensual movimiento
circular. Te sitúas silencioso tras de mí, dejándome intuirme pero aumentando mi
sensación de vulnerabilidad, de entrega.
Mantienes
dentro de tu mano un helado cubito de hielo. Cuando comenzaste a mojarte, elevas
la mano sobre mi nuca y las primeras gotas originaron un escalofrió en toda mi
espalda.
Susurrante,
me adviertes: Voy a deshacer este hielo sobre ti, muy lentamente...
Las
heladas gotas se deslizaban por la palma de tu mano y tú las dispensabas,
traviesa, por mi nuca, por los hombros, por la espalda. Cada nueva gota origina
un leve jadeo y a medida que descienden, lenta y pausadamente, mi piel se
eriza. Desciende tu mano y las gotas comenzaron a recorrer mis nalgas,
descendiendo por entre ellas hasta empapar la tela negra.
- Creo
que esto me está empezando a molestar un poco... pero solo un poco.
Tiras de
la tanga, deslizándola hacia abajo. Solo unos centímetros, los mismos
centímetros que tu mano recorre para que el hielo se deshiciera ahora más
abajo, situando el cubito entre tus dedos, lo sitúas donde la espalda pierde su
nombre y lentamente comienzas a moverlo hacia adelante. Notas cómo mis piernas
tiemblas cuando siento que te arrodillas.
- Tengo
algo de sed, no te muevas, voy a beber.
Y tu
lengua, ávida y caliente, sustituye por un momento el frio tacto del agua
helada, justo el instante necesario para caldear de nuevo mi sexo y enfriarlo
de nuevo con el hielo para volverlo a retirar y pasar tus labios ardientes de
nuevo por él.
El hielo /los
labios/ el hielo /tu lengua/ el hielo /tu boca/ y tú empapándonos a los dos.
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